Nuestra vida se desenvuelve a un ritmo acelerado: demasiada prisa para hacer, para llegar, para resolver asuntos personales, fricciones que surgen cada día con las personas, etc. Si nuestra época pudiera tener un nombre se llamaría “prisa”. Por eso es necesario hacer un alto en el camino y reflexionar un poco sobre el valor de la paciencia, para no dejarnos cargar y tampoco seguir esa carrera loca que va a toda marcha. ¿Cómo esperamos que nuestra vida tenga más cordura y sea más amable si todo lo queremos “ya”?
La paciencia es el valor que hace a las personas tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las adversidades con fortaleza, sin lamentarse; moderando sus palabras y su conducta para actuar de manera acorde a cada situación.
Al encontrarnos con personas que a nuestro juicio siempre son molestas, inoportunas o “lentas”, podemos caer en el error de fingir una actitud paciente, es decir, dar la apariencia de escuchar sin alterarse ni expresar emoción, buscando escapar de la situación lo más rápido posible dando respuestas breves y un tanto cortantes, eso sí, procurando que no se den cuenta para no herir los sentimientos; a esto se le llama indiferencia, insensibilidad ante el estado de ánimo de los demás.
Uno de los grandes obstáculos que impiden el desarrollo de la paciencia, es, curiosamente, la impaciencia de esperar resultados a corto plazo, sin detenerse a considerar las posibilidades reales de éxito, el tiempo y esfuerzo requeridos para alcanzar el fin.
Nada ganamos con la desesperación, antes de reaccionar debemos darnos tiempo para escuchar, razonar y en su momento actuar o emitir nuestra opinión.
La paciencia siempre tendrá sus recompensas: mantener y mejorar las relaciones con la pareja, los amigos, conocidos, etc. dando pié para tener amistades duraderas; obtener los resultados deseados en aquella labor a la que hemos dedicado mucho tiempo y esfuerzo.
La persona que vive el valor de la paciencia, posee la sensibilidad para afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias generando paz y armonía a su alrededor.
Ojo… todo esto no es que lo cumpla a cabalidad, pero debería ser, creo que es uno de los mejores métodos para encontrar paz interior y ser mejores con nosotros mismos, para poder brindarles lo mejor a los demás. Aunque estos a veces no nos paguen con la moneda que esperamos.
Saludos,
Dave
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